Antonio de Torres

Torres, como se le conoce en el argot guitarrero, nació y murió en Almería (1817-1892), en una barriada periférica, La Cañada de San Urbano, a medio caballo entre los campos de Níjar y la costa almeriense. Vivió además en Vera, en Sevilla (más de 25 años) y un corto periodo de tiempo en Barcelona.

Se distinguen dos épocas bien diferenciadas en la construcción de sus guitarras (reconocidas en sus propias etiquetas), la primera prácticamente íntegra en Sevilla, donde alcanzó una merecida fama, siendo condecorado en la Exposición de 1858. La segunda, en Almería, donde construyó desde 1875 hasta prácticamente el día de su muerte.

Antonio de Torres es considerado el padre de la guitarra por derecho propio. Escogiendo los elementos que mejor funcionaban en las guitarras anteriores a su época y gracias a sus propias innovaciones obtuvo el instrumento que hoy conocemos por guitarra, tanto “clásica” como flamenca.

Fue la persona que consiguió elevar la guitarra a instrumento de concierto y además es, quien le da su forma y sonido actual. Su modelo de guitarra fue acogido por los constructores Manuel Ramírez, Santos Hernández, Hermann Hauser I, Albert Augustine o Robert Bouchet perpetuando su patrón por los cinco continentes.

Construyó guitarras para Julián Arcas, uno de los pioneros del toque flamenco y creador de las rondeñas entre otras composiciones flamencas.

Sus guitarras han sido (y son) tocadas por los grandes maestros de la guitarras de los siglos XIX, XX y XXI: J. Arcas, F. Tárrega, E. Pujol. F. Cano, M. Llobet, R. Sainz de la Maza, A. Segovia, N. Yepes, J. Romero, D. Russell, Stefano Grondona, A. York, C. Trepat…

Los compositores encontraron en las “Torres” la herramienta, que les permitía poder crear una nueva forma de hacer composición musical, en lo que se conoció como el Renacimiento de la Guitarra, por nombrar a algunos: E. Granados, M. de Falla, H. Villa-Lobos o J. Rodrigo, Francisco Tárrega…